Es absolutamente imposible no conmoverse ante la magnitud del desastre ambiental de la hermana provincia de Corrientes. Luego de 40 días de iniciado el voraz incendio, el hecho recién explota en los medios de comunicación del país. La inexplicable dejadez del Gobierno provincial se complementó con la ya acostumbrada ineptitud de los funcionarios nacionales. Las llamas ya consumieron casi un millón de hectáreas (el 10 % del territorio provincial) y la única manera de detenerlas parece ser la ayuda de la divina Providencia. Para dimensionar la catástrofe sería casi la mitad de la superficie tucumana. Las pérdidas ya son millonarias en haciendas, sembradíos, recursos forestales, flora y fauna de la región. Es lacerante ver cómo el fuego consume impiadosamente todo a su paso, ante el inútil y denodado esfuerzo de los que intentan apagarlo. ¿Que fué de la promesa de la actual vicepresidenta (entonces presidenta) en 2012, anunciando la compra de 26 aviones hidrantes, que nunca se concretó? Si los presupuestos provinciales no alcanzan para comprarlos, ante tanto “avión sanitario” adquirido para uso personal y partidario, la Nación debería ofrecer las líneas crediticias para tenerlos, junto a todos los recursos necesarios para afrontar semejante combate. Indigna sobremanera escuchar al… ¿director del Servicio Nacional de Manejo del Fuego?... esquivar toda responsabilidad y describir la tragedia cual si fuera un periodista más. Nos preguntamos: ¿no es esta la función real de esta Dirección? ¿O es sólo otro inútil burócrata de los miles de amigotes y parientes que engordan la planta estatal? ¿Cómo puede ser que la mayoría de las provincias no cuenten ya con aviones hidrantes y todo lo necesario para morigerar los cuantiosos daños materiales y de vidas que provocan estos desastres? Acompañando la ineficiencia, el secretario nacional de Ambiente y Desarrollo y su vice también hacen su infaltable aporte de incompetencia para redondear un desastre absoluto. Pareciera que ninguno sabe que el cambio climático ya está entre nosotros para quedarse definitivamente y marcará a fuego todas las gestiones de ahora en más. La frutilla de la torta la puso el presidente Fernández, “atajando” penales en la costa bonaerense, en medio de la tragedia. ¡Definitivamente, ante la absoluta adversidad, estamos completamente solos… y a la buena de Dios!

Ricardo A. Rearte


Díaz Vélez 66


Monteros